jueves, 26 de enero de 2012

DESMITIFICANDO EL MIEDO



Me preguntaba, en un diálogo intrapersonal silencioso, por qué cuesta tanto “tomar la palabra” y establecer así relaciones más sanas, constructivas y enriquecedoras. Creo que la raíz de este problema viene de una cuestión principalmente emocional. Y le daré supremacía a una de las emociones más primitivas: el miedo.

El miedo tiene una connotación negativa socialmente, ya que se cree erróneamente que es malo sentir o tener miedo. Esta equivocación nos puede costar caro ya que si no tuviéramos el registro de esa emoción ¡qué sería de nuestra vida!. De hecho, hoy vemos espantados lo que provoca en tantos jóvenes que consumen drogas, la ausencia del miedo.

El miedo es parte de nuestro sistema emocional y tiene una función esencial: alertarnos del peligro. Cuando lo sentimos, se pone en movimiento todo un sistema de componentes químicos que, desde el  cerebro, nos van preparando para la defensa o la huída con sustancias como la adrenalina o el cortisol.

Ahora bien, cuando de niños pasamos por experiencias que nos provocaron temor, esas experiencias se almacenaron en nuestro cerebro. Más tarde, al enfrentar esas mismas circunstancias, logramos eliminar algunas como señales de intenso peligro y otras quedaron tan profundamente arraigadas que no las podemos borrar.

Entonces, ante situaciones que nos provocan esa misma sensación de peligro, aunque no lo sean racionalmente, reaccionamos con conductas infantiles, aún siendo adultos.
Actitudes como pedir perdón, pedir un favor, comunicar algo importante o, hasta declararse por mensaje de texto, evidencian la presencia del miedo y la incapacidad de resolverlo.

Estamos ante la presencia de una sociedad que, aparentemente, no tiene miedo; los chicos no tienen miedo a los aplazos, al enojo de los padres, a perder la confianza de los seres queridos, a las enfermedades, a la muerte, etc. Creo que en realidad, pasa todo lo contrario, se ha perdido la capacidad de enfrentar el miedo, entonces se lo niega. Hacemos como si no existiera, lo que hace que éste crezca desmesuradamente. Por eso hay tanta gente con ataques de pánico.

Empecemos a poner en palabras  lo que nos pasa, hablemos en familia de la importancia del miedo, no impidamos a nuestros hijos las frustraciones ya que éstas son las únicas que los ayudarán a madurar y a valerse por sí mismos.

Por último, no le tengamos miedo al miedo.

“El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.”

Aldous Huxley (1894-1963) Novelista, ensayista y poeta inglés.

1 comentario:

Nike dijo...

Dice por ahí alguien que el miedo es generado por el pensamiento. No hablamos aquí del miedo físico o biológico sino del miedo psicológico, el más complejo de todos. ¿Qué es el pensar? ¿Quién o qué piensa?
La palabra "miedo" además no tiene mucha justeza: en lo personal, en tres ocasiones he tenido el miedo más grande del mundo y sin embargo en las tres ocasiones el miedo fue algo completamente distinto. "La palabra no es el hecho". En cierto punto la palabra es pensamiento y el pensamiento es palabra: ¿puede la palabra abordar el miedo? ¿Qué es el miedo cuando no es algo químico?
¡Beso grande!