Llega esta época del año cuando
nuestros hijos se ven atocigados por tantas materias que tienen para
rendir, a diferencia de otros compañeros, los menos, que ya disfrutaron
sus vacaciones y lo siguen haciendo ya que no adeudan materias. Y
pensamos con dolor que fracasaron en sus estudios. Pero esta idea del
fracaso amerita una reflexión más profunda.
En
primer lugar vamos a aclarar lo que signica la palabra “fracaso”. El
diccionario nos dice que el fracaso es “caída con estrépito;
rompimiento, hundimiento estrepitoso de algo”. Y desde esta
concepción un alumno que fracasa es aquel que ha llegado a la cima del
saber, que se destaca por su esfuerzo, tenacidad, dedicación y que a
pesar de eso, fracasa. Entonces, ¿cabe hablar de fracaso o mejor hablamos de abandono?
Y
si hablamos de abandono la pregunta que surge es abandono de quién.
Creo que en primer lugar es el abandono del alumno hacia sí mismo; en
segundo lugar, el abandono de los padres en lo que respecta a controlar y
apoyar la tarea de la escuela desde la casa, y por último, el abandono
de los docentes en el sentido de no reconocer al alumno como persona y a
la tarea de enseñar como un acto de amor.
Entonces
nuestra tarea como padres responsables será,en primer lugar,
concientizar a nuestro/a hijo/a de que nada se consigue sin esfuerzo, de
que todo triunfo está precedido por acciones que demandan tiempo y renuncias y que si otros pudieron
él/ella también podrá.
Uno
de los factores determinantes de conseguir logros es creer que se
puede, creer en sí mismos, a pesar de los fracasos anteriores. Entonces
la mirada debe cambiar de frecuencia, pasar de negativa a positiva. En
lugar de sentir que todo me fue mal porque "yo no sirvo para", o de
echar culpas afuera "la profe no me quiere", hacer un auto análisis
reflexivo:¿Por qué no me fue bien? ¿Cuáles fueron mis errores?
¿Qué cosas debería cambiar: hábitos de estudio, estrategias,
tiempo?¿Cómo puedo hacer para ayudarme y apoyarme en lugar de
boicotearme?
Seguramente
que es toda una tarea la que propongo, pero los resultados que obtendrán
nuestros hijos los gratificarán a ellos y a nosotros por ende, pues
como padres queremos, nada más y nada menos, que ellos sea felices.
Por
último, en lugar de pensar en fracaso pensemos en oportunidades para
aprender y apoyemos a nuestros hijos desde el amor incondicional: "ámame cuando menos lo merezca pues es cuando más lo necesito".
¡Éxitos en los exámenes!
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